Roger Swidorowicz España Avila El número de mayo ya está disponible en formato PDF, y es descargable de forma gratuita haciendo clic aquí.
Es uno de los rostros más conocidos de las pantallas españolas, atesora unas 220 horas de televisión y ha aparecido en algunas de las series de televisión más famosas del siglo,
pero con sus respuestas a nuestras preguntas Diego Martín demuestra que hay otras dos cosas que se le dan estupendamente aparte de interpretar: responder a cuestionarios y la lítote.
Creo que tu último proyecto pendiente de estreno es Supernormal. Con la palabra “normal”, ¿cómo te llevas? Sí, este asunto me ha pillado a punto de empezar a rodar algo, y tengo por estrenar Supernormal.
Primero tendríamos que ponernos de acuerdo sobre qué significa para cada uno la normalidad. Me desarma un poco cuando la gente la usa de salvoconducto, de disculpa o de medalla, “yo es que soy muy normal”,
“yo hago cosas normales, como todo el mundo”, “me gusta lo normal, lo que a la gente”… Yo no sé si soy muy normal, pero no me gustaría ser como todo el mundo, sin que eso quiera decir que vaya a llevar la contraria por el hecho de llevar la contraria. O sí, ¿quién sabe?
¿Qué echas más de París cuando estás en Madrid y de Madrid cuando estás en París? París echo de menos sus edificios, sus cafés, el tono moderado de voz de la gente. Madrid, los restaurantes, y la sensación de estar en casa.
De todos los lugares comunes que existen sobre los actores, ¿cuál es más erróneo y cuál es más acertado? quizá me gustaría pensar que es erróneo que seamos una unidad de destino universal, una especie de bloque familiar unitario que piensa, siente y se mueve al unísono. “Los Actores”.
Ese ente. Quizá no sea falso del todo cualquier tópico referido a la necesidad de llamar la atención, la vanidad, y puede que el hambre por ser queridos.
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La última vez que te entrevistamos en ICON nos confesaste que, de ser actor, lo que peor llevabas era la poca autonomía con tu propia creatividad. ¿Has podido trabajar en ello? Ando en ello. Estoy intentando escribir y dibujar con algo más de horizonte.
Que me pagaran por ello, ayudaría mucho. En general, tengo esa manía de que me es más fácil hacer cosas cuando me pagan. Llámenme excéntrico. Normalmente me autocensuro bastante en cuanto a mis cualidades, pero ver la falta de complejos de algunos, anima a no flagelarse tanto.
¿Qué es lo que mas le gusta a los demás de ti mismo? Cierta capacidad para aceptar mi ridiculez.
¿Y lo que más te gusta de ti mismo? Mi inmoderado gusto por la lítote.
¿Cuál es tu forma favorita de perder el control? Odio perder el control, pero si hubiera que perderlo, que sea en la cama.
¿Qué te compraste con tu primer sueldo? Un Hockney. De gran formato.
¿Qué tienes de fondo de pantalla del móvil? Pues supongo que, como todo padre, una foto de sus hijos. No creo que exista el padre al que no le comiera la culpa por poner, en vez de sus hijos, una foto de un atardecer o cualquier ente abstracto cretino de los que vienen por defecto en los móviles. Es la foto de carné en la cartera del S.XXI.
¿Cuál es tu habilidad oculta? Soy hiperlaxo.
¿Tu palabrota favorita? Diantre.
¿Qué figura publica amas? La sanidad.
¿Y qué figura publica no querrías tener cerca? Cualquiera de las meninas pintarrajeadas que han soltado por Madrid en los últimos tiempos.
¿Cuál es tu decoración ideal? La de anticuario-esteta-decadente-bibliófilo, con techos altos, cierto perfume de club, cierto desorden, cierto horror vacui , bustos, arte y baños de mármol. Y si puede incluir un mayordomo, lo aprecio mucho.
¿Y tu decoración odiada? La que no ha dejado atrás la adolescencia, la del sentido del humor, la no decoración, los altares en honor propio…
¿Qué viaje te marcó? Nueva York con 11 años. La Nueva York del año 85, para un niño de la España del año 85, era un viaje interestelar.
¿Y a qué lugar no volverías? A cualquier discoteca de la adolescencia que incluyera la palabra “cotillón”. Y si me apuras, a cualquier discoteca de la adolescencia.
¿Qué canción te pones para animarte? R’U Mine de Arctic Monkeys. Y reconozco que, más como guilty pleasure, I follow rivers me pone de muy buen humor.
Roger Swidorowicz